El micrófono (Primera parte)

Frente a las cámaras, más de una centena de estudiantes de periodismo sonreían y bromeaban, posando para las fotografías que inmortalizarían en sus digitales cerebros el momento final del II Encuentro Intercentros de Periodismo, que reunió en sus tres días de actividades a catedrádicos, reporteros y conocedores de la que Gabriel García Márquez considerara "el oficio más hermoso del mundo".



     El sol se levantó el jueves 26 de abril, y el Centro Universitario del Sur inició sus actividades cotidianas: el ir  y venir de los estudiantes, los profesores que comparten su saber con sus estudiantes, hasta la mosca que viaja por los salones, se frota las manos como tramando algo y continúa con su vuelo por lugares desconocidos. En una bodega, bocinas, cables y micrófonos disfrutan el aletargamiento, el descanso, guardados en cajas de cartón y con un aire ligero que no necesitan. Una luz se filtra por la puerta recién abierta y unas manos cogen las cajas. Los cables, circuitos y articulaciones eléctricas se sacuden, el letargo termina y ahora se mueven involuntariamente cargados por brazos que los llevan hacia donde no saben. Suben a camionetas, y después de un rato son movidos nuevamente, las cajas abiertas, los engranes ensamblados, los enchufes conectados, los receptores de voz instalados, las consolas armadas. Desde su posición, un micrófono distingue un amplio salón, más largo que ancho y que tiene asientos instalados. El auditorio forma parte de un viejo edificio, parece haber sido construido hace mucho, pero se conserva cuidado y en buenas condiciones. El micrófono descansa apoyado en un pedestal, que descansa apoyado en un estrado. El micrófono no sabe cuánto tiempo lleva ahí, pero puede sentir en el aire un nerviosismo extraño, como el que se siente antes de que pase algo importante. Lo que el micrófono no sabe es que lejos, en la escuela donde estaba guardado, una caravana de estudiantes baja de un autobús y caminan por las adoquinadas calles interiores de la universidad, inquietos y curiosos. Tampoco sabe que son estudiantes de periodismo, que vienen del Centro Universitario de la Ciénega y que están en Ciudad Guzmán porque serán parte de un encuentro que meses antes los anfitriones prepararon, organizaron y anticiparon para incluir conferencias, talleres y concursos dentro de su evento. Es el II Encuentro Intercentros de Periodismo, que empieza ya a vivirse en el Centro Universitario del Sur y la Casa del Arte de Ciudad Guzmán.
     Un repentino bullicio invade el auditorio, y el micrófono mira distraído cómo los asientos son ocupados. La mayoría jóvenes, y a varios los conoce ya, le resultan conocidos asistentes de alguna conferencia pasada. Otros son nuevos, y el micrófono siente un cosquilleo cuando unos dedos tocan sus sensores para decir "bueno", varias veces. La mesa que está junto a él también es ocupada, una serie de figuras de vidrio es colocada sobre ella, y algunas personas apoyan sus brazos sobre su espalda. De pronto estallan los aplausos, y el micrófono envía la señal acústica que se convierte en eléctrica y después sonora que dice "Bienvenidos". Aplausos, aplausos y ovaciones es lo que escucha el aparato eléctrico, que después observa el momento en el que un hombre, al que llaman Jorge Luis Serrano, recibe un reconocimiento por su labor como periodista en Tamazula con su publicación semanal "El Travieso". También acude la familia de otro al que llamaron Jesús Montoya "Picheto", quien fue, según escuchó, periodista de Ciudad Guzmán y falleció el año pasado. Profesores y estudiantes de ambos centros universitarios también fueron reconocidos, y la coordinadora de la carrera de Periodismo en el CUSUR, le contó lo orgullosa que se sentía por realizar este evento y ver a sus alumnos trabajando juntos para hacer realidad ese encuentro.
El micrófono habla y escucha, el micrófono es al tiempo, protagonista y olvidado.

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