Letras Entusiastas: Tirando Bombas

Ya llegamos a clases, después de unas largas vacaciones, la vida regresa a la normalidad en las instituciones educativas, los estudiantes emigran a sus respectivas universidades, las casas de asistencia y departamentos están de nuevo llenas de jóvenes, algunos nuevos, otros conocidos, mientras que se extraña a los que ya terminaron sus estudios y están en nuevas ciudades buscando oportunidades de empleo. Los profesores regresan a las aulas, las buenas intenciones no se hacen esperar entre los mentirosos estudiantes que juran casi a la Virgen de Catemaco que este semestre sí le echarán ganas, que ahora sí van a sacar buenas calificaciones y que no se dejarán llevar por las malas tentaciones de Satanás; aunque todo queda en el olvido cuando las fiestas de bienvenida comienzan, y las quedadas para ir al centro o al cine se arman. Mientras tanto, al otro lado del país, este estudiante de periodismo comienza su supervivencia en su nueva etapa escolar en la ciudad yucateca de Mérida.
Tal vez no sea lo mejor que una columna de opinión como ésta narre experiencias de su redactor, pero en fin, a eso dedicaré en esta ocasión mi espacio semanal en El TraviesoAcá me encuentro, ya en la escuela, entre nuevas personas y en un ambiente totalmente diferente narrando para usted estas Letras Entusiastas.
En Mérida, tan sólo en la Universidad Autónoma de Yucatán, llegamos este semestre más de 150 estudiantes de movilidad estudiantil, en su mayoría de México, aunque hay varios que vienen de Estados Unidos, Alemania, España, Argentina, Polonia, Francia, Brasil, Inglaterra e incluso Japón. Ya me tocó hacer amistades con varios de éstos, y puedo decirle que es verdaderamente interesante conocer culturas y personas de lugares tan diferentes del globo terráqueo. Del Centro Universitario del Sur, de Ciudad Guzmán, somos 5 estudiantes: 1 de Psicología, 2 de Negocios Internacionales y 2 de Periodismo. Por cierto, los únicos dos periodistas entre el montón de gente.
La gente de Yucatán es todo lo contrario a lo que me habían contado. A un amigo, una viejita lo golpeó con un periódico mientras cruzaba la calle. A otro estudiante, que viene de Ciudad Juárez, no lo bajaron de sicario en todo el momento que duró su clase. A otro más, le dijeron que Mérida era un país, y automáticamente se convirtió en extranjero despreciado. A una muchacha la asaltaron en un camión, mientras buscaba su facultad por la zona sur de la ciudad, que ahora sabemos es la zona peligrosa de Mérida. En general, cuando uno va por la calle, quiere saludar a alguien o simplemente preguntar una dirección, las malas caras y las respuestas de mala gana son tan comunes que creo que ya hasta me estoy acostumbrando. El día que me encuentro un yucateco amable es motivo casi casi de celebración. ¿Será que tan de fuera nos ven?
La facultad en la que estudio es la Facultad de Ciencias Antropológicas, que reúne las carreras de Turismo, Antropología, Arqueología, Historia, Literatura Hispanoamericana y Comunicación Social, de esta última es de la que estoy ya tomando 3 materias que me sirvan en mi plan de estudios de periodismo.
Los lugares, eso sí, son preciosos, aunque no he conocido tantos todavía. Tomo dos camiones para ir a la escuela, uno para ir al centro y uno también para ir a la plaza comercial más cercana.  El acento yucateco, tan famoso y conocido, no es tan exagerado como la mayoría de los chistes lo cuentan, pero sí es bastante curioso. Lo bueno es que con mis amigos compañeros de movilidad podré practicar el español con acento más o menos neutral, aunque digan que los de Jalisco hablemos “cantadito”.
Tengo muchos planes: investigar una oficina sucursal de la organización civil internacional Save The Children, que se dedica a la protección de los derechos de la infancia y que su oficina en Mérida busca atender a los grupos de niñez vulnerables en Yucatán; meterme, tal vez, de voluntario en la Secretaría de la Juventud de Yucatán, para conocer más gente y más lugares; salir con mis nuevos amigos internaciones, echarle ganas a mis materias, ir a pasear los fines de semana, escribir en mi blog, escribir para usted, lector amable de mis Letras Entusiastas, escribir reportajes, tomar fotografías, adaptarme al calor, subir la pirámide de Chichen Itzá, tomar agua de un cenote, comer mucha cochinita pibil, aprender a lidiar con la “amabilidad” de la gente, aprender albures mayas (por mera defensa personal), caminar, bañarme, conocer…
Aunque por lo pronto, este viernes 24 de agosto, buscaré una forma de festejar mi cumpleaños número 20 con mis nuevos amigos y lejos, muy lejos, de mi tierra, mi familia y mis otros amigos. Lo más importante es nunca arrepentirse de nada, si es bueno, para no sentirse culpable, y si es malo, porque no se puede cambiar, y porque de los errores es de donde más se aprende. Ahí vamos.

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