El Vaivén: Hipocresía


No he podido ver con otro sentimiento las noticias sobre el atentado ocurrido en la ciudad estadounidense de Boston que con el de la más pura y extractada hipocresía. La hipocresía de un mundo que se detiene porque tres personas originarias del país más poderoso del mundo murieron en un atentado.
                A estas alturas, el universo entero conoce la historia: Mientras se celebraba una edición más del Maratón de Boston, uno de los más antiguos de Estados Unidos, dos artefactos explotaron cerca de la línea de meta. Más de 170 resultaron con heridas de diferente gravedad y tres murieron.Eso ocurrió el viernes 19 de abril, y desde entonces, los medios de diferentes naciones han seguido la cobertura del siniestro.
Que Felipe Calderón se encontraba relativamente cerca del lugar de los estallidos (y más de alguno dijo “cómo no le tocó”). Que se descubrió que las bombas eran ollas exprés con clavos y proyectiles metálicos que se hicieron detonar con un reloj de cocina. Que los aparatos explosivos estaban diseñados para hacer el mayor daño posible a la gente con los objetos cortantes. Que todo Boston estaba paralizado de miedo y que el FBI y los diferentes departamentos de Policía trabajaban duro para encontrar a los sospechosos. Que se descubrió que eran dos jóvenes originarios de Chechenia los culpables. Que eran hermanos, y uno de ellos murió abatido en un encuentro contra la policía mientras que el otro había escapado. Y la última noticia, que habían capturado al segundo sospechoso.
                Después de seguir (involuntariamente en su mayoría, porque las noticias sobre el atentado me llegaban sin buscarlas) el desarrollo del desafortunado encuentro, descubrí algo: el poder de exageración e hipocresía de los estadounidenses no conoce límites. Y con él, todos los países que se los han llevado de corbata. Está bien, fue un atentado trágico, murieron tres personas, entre ellos un niño de nueve años, al que ya se le han hecho todo tipo de homenajes. Fue una tragedia, eso no tiene duda. Pero ahora cuestiono: ¿Qué son tres personas muertas en un atentado en Estados Unidos frente a las miles que este mismo país ha asesinado en las naciones de Medio Oriente?
                El mundo ha dirigido toda su atención a algo que ya se volvió circo. Solamente veo exageración. Es más lea usted mismo y juzgue el mensaje que el que el Departamento de Policía de Boston publicó en Twitter para anunciar la captura del segundo sospechoso (traducido):
 “¡¡¡CAPTURADO!!! La caza ha terminado. La búsqueda está completada. El terror se ha acabado. Y la justicia ha ganado. Sospechoso en custodia”.
                ¿Quién le hace justicia a los muertos en Palestina, en Israel, en Franja de Gaza, en Iraq? ¿Quién se preocupa por el terror que Estados Unidos mismo provoca a tantas personas? ¿Quién hace cuando menos el mínimo caso de los migrantes que mueren cada año por las balas de la migra?
                El gobierno de Estados Unidos ha aprovechado un doloso atentado para traer de vuelta su poder de exageración y un pretexto más para mostrar su poder. Ha hecho gala de su habilidad policíaca para hacer la búsqueda de los perpetradores del atentado, y de paso ha utilizado sus recursos para traer a la memoria (y al terror) de todos sus habitantes (y de la prensa mundial) los atentados contra las Torres Gemelas del 11 de Septiembre de 2001. Y ahora que se descubrió que los sospechosos son de Chechenia (y personalmente podría echar a volar la imaginación y decir que han sido chivos expiatorios, porque aún no se ha aclarado como fue que dieron con ellos), ya veo venir la oleada de estereotipos, violencia y discriminación a la que serán víctimas los chechenos.
                Un minuto de silencio por las víctimas del atentado de Boston. Y un aplauso por el poder de hipocresía y exageración del gobierno de Estados Unidos.

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