Atletas

La invitación de una reunión inesperada, enviada por Whatsapp.


Viví lejos de mi papá biológico por casi 19 años. Me crié junto con mi hermana Vanesa con unos tíos increíbles que se convirtieron en nuestros padres. Cosas de la vida. Larga historia. El caso es que finalmente, desde que me mudé a la Ciudad de México, pude reencontrarme con mi papá, y este fin de semana, me reencontré junto con él con un grupo de amigos que no veía desde hacía 25 años.

Los amigos de mi papá se llaman Ángel, Carlos, Isela y Lulú, quien resulta además ser mi madrina de bautizo. Ahora comprendo todo. Abraham, el esposo de Lulú, no pudo acudir a la reunión, igual que otro amigo llamado Berny. Mi papá, como yo, se llama también José Luis Adriano, y sus amigos igual le dicen Adriano.

La cosa estuvo un poco rara, pero el evento se gestó de la siguiente manera: Isela, como el resto de los amigos, siempre se preguntó qué habría sido de sus amigos de universidad. En realidad, no se conocieron en la universidad tal cual, sino en las canchas de atletismo del campus del IPN Wilfrido Massieu. Eran atletas, practicaban y competían juntos.

Isela tenía por ahí el teléfono de Lulú, (o de Ángel, ya no supe bien), y pensó que sería buena idea hacer una reunión del reencuentro. Llamadas más y llamadas menos, los amigos lograron conseguir todos sus teléfonos y ponerse de acuerdo para verse de nuevo. Mi papá me contó, entusiasmado, del evento, y me invitó con él.

Estábamos seis en la mesa de un restaurante en la plaza Buenavista. De pronto, Ángel, y luego Isela, y Lulú y también Carlos sacaron los teléfonos y comenzaron a mostrar las fotos de sus hijos.

-Oh mira, qué grandes están.
-Oh vaya, tienes gemelas.
-¿Qué? ¿18 años? Se ven más chiquitas.

Mi papá me llevaba como ejemplar viviente de 24 años cumplidos del tema de conversación, y como apenas está aprendiendo a usar los teléfonos inteligentes, yo le mostré a sus amigos fotos de Vanesa. Que está igualita a su mamá, eso dijeron.

El tema de los hijos y de los matrimonios dio paso a las fotos de su propia juventud. Pensé que mi papá era el único que -juzgué tiempo atrás- se apegaba al pasado improvisando un escáner con la cámara de su pequeño teléfono con los cuadros de su pared donde sale corriendo, en competencias de atletismo que juraba siempre ganar. Pero no, todos los amigos también mostraron en sus teléfonos su propio archivo de recuerdos digitalizados con toda la definición que puede ofrecer tomar una foto con el celular a una foto impresa.

Salieron fotos de Isela y Lulú, y aprovecharon para recordar cómo fue que llegaron a entrenar a un equipo de puros hombres. Fue porque se enojaron con su anterior entrenador y entonces se acercaron al de mi papá y sus amigos para que las aceptara.

Surgieron fotos de Lulú y Abraham cuando eran novios, de mi papá corriendo y de Ángel y Carlos también. Sobre mi papá, Carlos dijo:

-Ese cabrón era una bala. Yo lo veía correr y me asombraba.

Todos coincidieron en que era el mejor del grupo, y que era especialmente bueno en los 100 metros planos. Me recordaron que llegó a ser campeón nacional cuando tenía más o menos mi edad. Yo ya sabía que mi papá había sido atleta, pero antes dudaba de su talento. Antes, también, me imaginaba a mi papá como corredor y luego me daba coraje. Lástima, pensaba, que siendo tan bueno hubiera terminado siendo alcohólico y deshaciendo a su familia.

Entonces los amigos de mi papá comenzaron a contar otras historias. Ángel, hace como diez años, se quería morir. De hecho, se aventó de cabeza de un edificio, pero con tan mala suerte que se atoró en unos cables de luz que lo enderezaron y lo hicieron caer de pie. No se murió, pues, pero resultó muy herido. Lo narró más o menos así:

-Me llevaron al hospital de Xoco y me tuvieron en una silla esperando un día completo para pasarme a Emergencias, porque estaba llenísimo. Después me tuvieron como 15 días enyesado esperando una operación. Y en todo ese tiempo yo pensaba: "puta madre, yo me quería matar".

Y se rió de su historia. Lulú (o debería decir, mi madrina), le dijo:

-Es por que no te tocaba morir.

Después Isela contó su propia historia:

-Hace como 7 años, así flaquita como me ven, pesaba 20 kilos menos. Se me cayó todo el pelo, las cejas, las pestañas. Pero yo pensaba: "no, ¿cómo va a ser que esto me vaya a matar? Y luché".

Isela tuvo leucemia, pero ahí estaba, quitada de la pena, sonriente y tomando decenas de selfies con sus amigos de juventud.

Y de pronto me di cuenta que me encontraba en medio de un cuento de Raymond Carver, pero de la vida real. Una versión diferente de Las cosas que hablamos cuando hablamos de amor, pero de la realidad. De las cosas que pasan de verdad en la vida, sin que tenga que leerlas en algún sitio, sino que estaban ahí, frente a mi.

Estaban todos, viviendo sus vidas, incluyendo a mi papá, rehabilitado desde hace poco más de un año, trabajando como vendedor de paquetes de Totalplay, pero al fin y al cabo, luchando y tratando también de vivir su vida.

Comencé a imaginarme cómo sería mi vida en 25 años. ¿Tendría hijos? ¿Seguiría casado o me habría separado, como mi papá? ¿Enfrentaría el cáncer o alguna enfermedad? ¿Me habría intentado suicidar? ¿Seguiría vivo?

De pronto me imaginé si 25 años después, estaría yo sentado en la mesa junto con Majo, Lalo, Arlette, Julio, Víctor u otras personas. Claro que yo no tengo intención de perder el contacto y retomarlo dos décadas y media después, pero supongo que tampoco mi papá y sus amigos se imaginaron que así serían las cosas.

Siempre he tenido miedo de lo que pueda venir en el futuro. Me asusta no cumplir mis sueños, aún con varios a mis espaldas realizados. Me aterroriza el sufrimiento, en las múltiples formas que pueda presentarse en mi vida, igualito que un boggart de Harry Potter: accidentes, muerte, enfermedades, desempleo, frustración, relaciones fallidas, en fin.

Humano y mortal como soy, me muevo en el mundo al tanteo, tratando de seguir un mapa, pero con la certeza de que en cualquier momento podría terminar en otro sitio, como aquel Ulises de La Odisea.

Se los dije. No tanto así, pero les dije a los amigos de mi papá que me hacía feliz conocer a las personas con quienes había pasado su juventud, y que no podía dejar de preguntarme si en 25 años así me vería con mis propios amigos. Isela dijo:

-Así va a ser.

Y también:

-Toma muchas fotos.

En eso coincidieron todos, que se lamentaron no tener más imágenes para compartir de sus recuerdos. Yo tengo miles de fotos, que espero poder mantener décadas a la distancia, a menos que ocurra un apocalipsis del jpg y no podamos nunca más recuperar los archivos obsoletos, cuando el mundo se maneje en formatos totalmente distintos.

Me despedí lleno de agradecimiento de aquellas personas que jamás esperé conocer, pero que me dejaron grandes lecciones sin imaginarlo. Cuando me iba, Carlos me dijo en corto:

-Cuida mucho a tu jefe.

Y Ángel me dijo:

-Siéntete muy orgulloso de él.

-Sí-, le respondí.

Y la verdad, la verdad es que lo hago.

Comments

  1. Qué increíble, Cat. La verdad me estremece tu pluma... Me encantó leerte, a mí me pasa algo parecido. Por primera vez vivo con mi papá por más de un mes y es extraño y amo y odio cada minuto en esta nueva experiencia. Saludos!

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    1. Muchas gracias por leerlo, Germán. Es una de las cosas más personales que he escrito, pero sentí que tenía que compartir esta experiencia. Échale ganas en Estados Unidos y aprovecha el reencuentro con tu papá. Un abrazo!

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  2. Es un placer poder leer estas pequeñas lineas o grandes, en realidad el aprendizaje de una realidad siempre va a perdurar en nuestra mente. Es magnifico que por un largo tiempo no estuvieron esas personas ahi, su padre!, pero ese dia es como si el pasado no fue asi. Siempre regalas un pequeño mensaje. Eres un sabio!!!

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    1. Pd: El mejor periodista, de mi carrera. Seleem

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  3. Hola saludos, que dios los bendiga, cuida mucho a tu papa (AFM)

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