Letras entusiastas: Ironías de la vida
Ironías de la vida
Esta semana comenzó el curso 2012
“A” de la Universidad de Guadalajara y de la mayoría de las Universidades
Públicas. El 23 de enero salieron los resultados del examen de admisión, y
muchas familias vivieron el nerviosismo de saber si su hijo o hija iba a quedar
en “listas”. Fue un proceso largo, que comenzó desde el año pasado con la
elección de la escuela y carrera adecuada para cada tipo de egresado de la
preparatoria. Ahora, los resultados ya salieron, y los elegidos partieron rumbo
a sus nuevas universidades para recibir la preparación de los cursos de
inducción. Puedo decir, acá en Vista Hermosa, que me dio muchísimo gusto que
dos amigos míos, compañeros de generación de la preparatoria, por fin fueron
aceptados a la universidad después de dos años de haberlo intentado. Puedo
decir, también, que en Vista Hermosa cada vez más son los jóvenes que se están
preocupando por tener estudios superiores, y que semestre tras semestre
pretenden entrar a un centro de estudios universitarios. La educación, sin
duda, es el progreso de los pueblos, y es muy bueno saber que hay en el
municipio y sus rancherías muchos jóvenes preocupados por cambiar su situación
y la de sus familiares a través del estudio.
En
fin, resulta que el otro día, mientras me dirigía hacia Ciudad Guzmán para arreglar
las materias que llevaré este cuarto semestre que estoy por comenzar, me
encontré con mi mejor amigo de la preparatoria, quien después del bachillerato
decidió ingresar a CONAFE con la esperanza de conseguir una beca que lo ayude
con sus estudios superiores, pues, a saber, su padre es alcohólico y ejerce
violencia constante con su madre. Resulta entonces, que dos años después de
haber egresado de preparatoria, mi amigo se encuentra en el momento clave para
decidir si continuará o no estudiando, de lo contrario perderá su beca que
tanto esfuerzo le dio conseguir. Todo iría bien, de no ser que acaban de
denunciar a su padre ante las autoridades por la constante violencia
intrafamiliar que provoca en su casa, y con ello, se viene encima un largo
proceso burocrático. Así, con lágrimas en los ojos, mi amigo me confesó su
desesperación, por las inmensas ganas que tiene de seguir estudiando y con ello
contribuir a un mejor futuro de su familia, sin embargo luce complicado su
panorama por el temor a dejar sola a su madre y su hermana, próxima estudiante
de preparatoria. Entonces fue, en ese momento, que pasó por mi mente una mezcla
de impotencia y coraje. Impotencia, por sentir la frustración de ver a mi mejor
amigo sufriendo por algo que padecen, desgraciadamente, millones de familias de
México: un padre alcohólico que les hace la vida infeliz a su esposa e hijos.
Además, ver su desesperación y yo sin poder hacer mucho para ayudarlo. Por otro
lado, sentí coraje, rabia, mucha rabia, por todos aquellos jóvenes que tienen
la oportunidad de estudiar y la desperdician en fiestas y parrandas que incluso
terminan en accidentes mortales o embarazos no deseados, pero que como regla
general, hacen que los jóvenes reprueben materias y semestres enteros. En la
casa que comparto con otros estudiantes en Cd. Guzmán se vive algo similar: los
padres se matan trabajando y los hijos no ponen el más mínimo esfuerzo para
valorar todos los sacrificios que hacen sus padres para ellos tengan un futuro
mejor. A mí me ha costado desvelos y lágrimas poder estar en la universidad, y
por eso me da coraje, definitivamente, de ver cómo la juventud en muchas
ocasiones desperdicia las grandes oportunidades que le da la vida y otros, como
mi amigo, llora de frustración por no poder acceder a una carrera superior que
le permita cumplir sus sueños.
En
fin, así pasa, tristemente, y son las ironías de la vida, que los que tienen
todo a su alcance lo desperdician y lo arruinan, y los que no, claman a Dios
por una oportunidad. Así que decidí escribir esta columna el día de hoy, para
exhortar a jóvenes estudiantes lectores de este periódico, a aprovechar al 100%
su momento, y a valorar el esfuerzo que sus padres están haciendo para hacer
que ellos tengan un porvenir mejor al que sus progenitores pudieron acceder.
Muchos de los que hicieron trámites sufrieron y se esforzaron pero aun así no
fueron aceptados. Por favor, haz que tu admisión valga la pena.
Ya
nos encontraremos en estas letras la próxima semana, no olvides enviar tus
sugerencias y comentarios a mi correo personal.
José Luis Adriano Sánchez
Ay José Luis... Tienes toda la razón pero es como todo, la vida no es justa. Existen personas que tienen que mantener al tanto un promedio para no perder una beca y pertenecer en universidades reconocidas, cuando también están los estudiantes hijos de papi que pueden llevar toda la vida en la universidad y seguir pagando semtre tras semestre sin darse cuenta que en verdad estan desperdiciando lo más valioso que tienen, que es la educación. Escribes muy bonito. Adelante!
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