El micrófono: Segunda Parte (Crónica de un debate por la libertad de expresión)
Ante el auditorio
lleno, el micrófono observó desde su posición a dos grupos de seis jóvenes que
se instalaban cerca de él, los altavoces hablaban de un debate entre los dos
grupos estudiantiles que se encontraban ya preparados y organizados en sus
respectivos asientos. El tema era la existencia o no de la libertad de
expresión, pues según escuchó, el tópico quedaba perfecto dentro del trabajo de
los periodistas y además estaban en vísperas del día señalado para celebrar la
libertad de prensa.
En el centro del
escenario, el micrófono recibía exhalaciones y saliva espesa de los jóvenes
contendientes, elegidos previamente y quienes habían ya entablado amistad entre
ellos durante la preparación de sus argumentos; eran pues, equipos mixtos entre
alumnos de los centros Universitario de la Ciénaga y del Sur.
"La libertad de
expresión no existe porque se encuentra sujeta a la línea editorial de las
empresas periodísticas", hablaba el micrófono a través del orador del
equipo en contra del tema abordado. "La expresión no solo se remite a los
medios, todos podemos expresarnos, en cualquier espacio, como en las redes
sociales", refutaba nuevamente el micrófono al repetir la voz de uno de
los ponentes contrarios. Así, por alrededor de una hora, el micrófono exclamaba
y se apasionaba, descansaba en breves pausas establecidas por el jurado y de
nueva cuenta retomaba su faena bipolarizada de amplificar los decibelios de
argumentos tanto a favor como en contra. Incluso lo invadía la satisfacción
cuando el público premiaba con aplausos las intervenciones de algunos de los
que usaban la voz para persuadir a los asistentes de que su premisa era la más
válida. Incapaz de sudar, el instrumento transmitía a través de sonidos vacíos
o ecos de viento su consternación y nerviosismo por el estado del marcador que
los jueces punteaban. En su interior
sonrió de genialidad cuando Gladis, del equipo que defendía la libertad,
cuestionó desafiante a sus contrarios sobre el porqué de continuar estudiando
periodismo si no creían en la libertad de expresión, bandera ondulante del
reportero. Al final, y después de que los defensores de la no existencia de la
libre expresión concluyeran que una libertad limitada, a medias, no era
libertad, pues se encontraba limitada desde los estratos más básicos de la
sociedad, como los temas tabú en la familia, o la discriminación a los grupos
minoritarios en la escuela o con los amigos, el jurado calificador dictaminó
que el equipo ganador era el que se encontraba en contra de la existencia de la
libertad de expresión. El público aplaudió, los jóvenes ponentes celebraron por
igual y repartieron abrazos, palmadas y felicitaciones, sin ningún tipo de
resentimiento por los resultados, al contrario orgullosos y contentos por haber
trabajado en equipo.
El recinto fue vaciándose poco
a poco. Los asistentes, entre distintos comentarios, abandonan el largo salón. El
micrófono observa desde su pedestal que afuera, tras los ventanales que tiene
el auditorio de la Casa del Arte, una obra de teatro es desarrollada. Los
personajes interpretan sus papeles con experiencia y soltura, en un entarimado
que está en el patio interno del edificio. Ahora que lo recuerda, la obra se
llama Nora, el micrófono ha estado ahí en varias de sus representaciones, listo
para presentar a los personajes o ser utilizado por la profesora que organiza a
los estudiantes y actores. Sólo que en esta ocasión observa desde el interior
del auditorio, donde ha estado desde que el II Encuentro Intercentros de
Periodismo comenzó. La obra termina, todos se van, la oscuridad llega
presagiando la noche, alguien cierra el auditorio y todo queda en silencio.
Terminado el primer día del encuentro estudiantil.
Por ahí conseguí la grabación, hecha, desde luego, en otro micrófono, no el protagonista de este texto. Sabes, poco después de haber celebrado el triunfo, de haberme sentido parte de un gran equipo, empecé a pensar en lo triste que fue el resultado. Ganó la inexistencia de la libertad de expresión.
ReplyDeleteDesafortunadamente, el auditorio de la casa del arte no es el único lugar donde la libertad tuvo que caminar vencida. Y lo sabes tú, lo sabemos muchos de los que estudiamos lo mismo: son las calles, es el hecho, es el momento en el que tocamos la libertad de expresión cual techo en capilla sixtina, el que se ha convertido en un punto final y no un punto y aparte.
Aún así, creo que el tema en cuestión es una técnica que hay que ejercer, hay que defender y hay que incentivar.
Lo que me preocupa es la desinformación. Y se refleja muy bien en una frase del libro Ensayo sobre la lucidez, de José Saramago, que dice más o menos así: "no teniendo los ciudadanos de este país la saludable costumbre de exigir el cumplimiento regular de los derechos que la constitución les otorgaba, era lógico, incluso era natural que no hubiesen llegado a darse cuenta de que se los habían suspendido."
Eso es lo que me preocupa. Mas me hace sentir bien pensar que existe gente, como tú, como otros, que, de manera desinteresada, se ocupan en informar, en enseñar, instruir.
Saludos Pepe.