El Vaivén: Difusores de los Derechos de los Niños... sólo de temporada.
La historia de la Red Nacional de
DIFusores Infantiles, o el Programa de DIFusores Infantiles de Derechos de laNiñez comenzó en el 2002, cuando el Sistema Nacional para el Desarrollo
Integral de la Familia (DIF Nacional), llamó a la creación de un ambicioso
proyecto: niños que enseñan y difunden sus derechos a otros niños, con el apoyo
constante de psicólogos, trabajadores sociales y demás personal capacitado para
defender a uno de los grupos sociales más vulnerables, que son los niños. 13
años después, sólo podemos saber de la existencia de este anunciado programa
social cuando hay algún informe de gobierno en los Ayuntamientos, o cuando se
celebran concursos para elegir a un nuevo jovencito o jovencita que se haga
llamar “niño difusor”. Justo como en estas fechas.
Entre
la gran cantidad de programas que el DIF maneja, desde atención al adulto
mayor, pasando por las unidades de atención contra la violencia intrafamiliar,
hasta los programas de prevención de adicciones y la atención psicológica
general, el llamado programa de los DIFusores Infantiles destaca como uno de
los menos organizados, más olvidados, y de los que menos recursos reciben para
su gestión. Al menos así el caso en gran parte de los municipios de Jalisco, y
particularmente de las regiones Sur y Sureste del estado.
La
participación ciudadana es clave para la construcción de la democracia, y ésta
es la premisa de la que parte el DIF para la creación del programa de los
DIFusores Infantiles, para incentivar la participación desde la niñez y formar
una infancia más sana, educada, democrática y alejada de las adicciones. Porque
si bien es cierto, la niñez es poco tomada en cuenta en la construcción social
y política del país, o para su participación activa en la toma de decisiones,
aún desde la familia y también en el gobierno. Por ello, cuando se propone un
programa social para fomentar la participación de los niños en la vida pública,
en el activismo sobre sus derechos humanos o para la propuesta de temas de la
agenda política, la idea de los DIFusores Infantiles es buena y positiva.
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Más que apariciones a lado de políticos en eventos y concursos, los DIFusores Infantiles necesitan verdadero apoyo de las autoridades. Foto: Mirada Informativa |
Pero,
como muchas otras grandes ideas, la de los DIFusores Infantiles es una más que
se queda a medias, se distorsiona de su objetivo y se convierte en un mero
espacio del gobierno para mostrar sus logros, para presumir que “trabaja por
los niños”, y para tomar la foto del periódico de la semana siguiente. Porque
cuando, cada año, por los meses de febrero y marzo se lleva a cabo el concurso
de selección de un niño o niña portavoz del trabajo constante que ha generado
el DIF de su municipio en materia de la Convención de los Derechos del Niño, y mostrar sus
propuestas, quejas e ideas para mejorar la difusión de sus derechos humanos, lo
único que pasa en realidad es que el personal del DIF municipal se vuelve loco
buscando a un niño desconocido que lo saque del apuro de representar a su
municipio, y lo ponen a memorizar un discurso malhecho, una aburrida
presentación o una ponencia digna de un político de quinta que pretende
convencer a sus votantes basándose en los gritos efusivos y en las falsas
promesas de campaña.
“Te
vas a parar así, vas a decir esto y vas a sonreír cuando termines”, son algunas
de las cosas que le ordenan al niño o niña en cuestión a representar a su
municipio en los concursos anuales, que organiza el DIF Nacional y se premian
con oportunidad de asistir a la Ciudad de México a un foro nacional donde se
reúnen niños y niñas de todo el país para recibir talleres y ofrecer propuestas
para solucionar los problemas a los que la niñez se enfrenta. “Ah, y tienes que
ganar, porque Tecalitlán (o Zapotiltic, o Ciudad Guzmán o inserte el nombre del
municipio que quiera) tiene 3 años que no gana y esta vez tenemos que llevarnos
el premio”, le espetan al pobre niño que piensa en qué buen apuro se metió al
aceptar ser parte de algo que nunca había escuchado o tocado vivir. Así se
monta el espectáculo, con niños y niñas armados con palabras superficiales y no
de la seguridad y confianza del conocimiento adquirido porque su sistema DIF
respectivo trabajó todo el año para crear un adecuado programa de difusión de
los derechos de la niñez, el apoyo constante y la atención permanente. Los
concursos se convierten en pobres eventos de oratoria y emotividad donde al
final gana el niño que más gritó, el más simpático, el que provocó más ternura
o el más bonito. El conocimiento verdadero sobre los derechos de los niños, las
propuestas de trabajo o las denuncias por el siempre presente abuso infantil,
el maltrato o la poca calidad de las escuelas quedan de lado. Y cómo no, si en
la práctica el programa de DIFusores de los Derechos de la Niñez se convierte
en un programa que no respeta los Derechos de la Niñez.
A
los niños Difusores se les convierte en imagen pública obligada, en funcionarios públicos sin reconocimiento que tienen que trabajar por la
difusión de sus derechos sin recibir un pago a cambio, en sujetos que tienen
que reciben responsabilidades y casi obligaciones de “ganar un concurso” del
que nunca antes habían hablado, mucho menos preparado con anticipación. Los
Niños y Niñas DIFusores se convierten en personajes de ocasión, en una especie
de chivo expiatorio de la política, porque se sacan de la nada, se presentan en
público como representantes de un municipio, se utilizan para quedar bien ante
los gobiernos estatales como un “municipio participante e incluyente en la
promoción y defensa de los derechos de los niños”, se ponen al frente en las fotografías
para la prensa, con siempre presencia de los directivos del DIF local y del
Ayuntamiento, permanentemente sonrientes, (así como las fotos de las entregas
de despensas) y al final, cuando terminan todos los eventos públicos y
concursos en los que los utilizan, simplemente los dejan de llamar, los olvidan
y jamás se acuerdan de ellos de nuevo. Las grandes promesas de trabajo en favor
de la niñez se van con ellos, y nadie más vuelve a tener noticia del temporalmente
famoso programa de los “niños difusores”.
Cuando
yo tenía 14 años, fui Niño DIFusor de los Derechos por mi municipio, Tamazula,
y a lo largo de cinco años que estuve de una u otra forma involucrado en el
programa de los Difusores Infantiles, pude darme cuenta de la poca atención que
este programa recibe del gobierno tanto local como estatal, pues incluso la
cantidad de recursos enviados por el DIF Jalisco para el desarrollo de este
programa es mínima. Al día de hoy puedo decirme agradecido por haber tenido la
oportunidad de ser un Niño Difusor, porque creo que realicé un trabajo que
ayudó a muchas personas, y porque a partir de ahí aprendí y descubrí muchas
cosas, como que estaba llamado a ser periodista. Sin embargo, nunca pude dejar
de lamentar que programas buenos en la teoría se convirtieran en espacio útil
para la política sucia y para la pantomima de un trabajo constante en favor de
la niñez.
Como
ciudadanos, como padres de familia o como jóvenes, tenemos la obligación de
exigir un mejor ambiente para nuestros niños, y reclamar a nuestros gobernantes
locales sobre sus acciones en favor de la niñez, para que programas como el de
los DIFusores Infantiles trabajen todo el año, y que fomente realmente la
participación infantil, pero no basándose en el abuso o en la utilización de
los niños únicamente para quedar bien. Hay que estar informados, y hay que
recordarle varias de sus promesas de campaña a nuestros gobernantes locales, que bien utilizaron a los niños como arma para ganarse votos.
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