La protesta de la risa


El Vaivén

Carlos Slim es el hombre más rico del mundo. Es un hecho innegable y que prácticamente todos sabemos. Sin embargo, cuando una frase rebota de boca en boca, llega el momento en el que pierde la dimensión del asunto. Es por eso que hoy traigo para usted un pequeño recuento estadístico:
                Según información de la revista Forbes (especializada en el mundo de los negocios y las finanzas), la riqueza actual de Carlos Slim Helú asciende a 73 mil millones de dólares. Este hombre mexicano pero de ascendencia libanesa, es dueño de las empresas Telcel, Telmex, Sanborns, Sears y veintiún empresas más, que en conjunto forman el Grupo Carso. También es dueño de la filial mexicana de la empresa Philip Morris International, que es la que fabrica los cigarros Marlboro. Además, Grupo Financiero Inbursa es de su propiedad, y es la persona que encabeza el mercado de las telecomunicaciones en México.
Dentro de sus propiedades, puedo tan sólo citar el famoso Museo Soumaya en la Ciudad de México, recinto que reúne un sinfín de piezas de arte, monedas y artículos de oro y otros metales preciosos, pinturas valiosísimas, esculturas y demás obras plásticas, evidentemente, todos de su propiedad. Es algo así como su pequeño alhajero.
Pero regresemos a su riqueza neta. 73 mil millones de dólares. Debo decir que me costó mi buen esfuerzo convertir esa cifra a pesos mexicanos. ¿Sabe cuánto es? Pues nada más que 889 169 200 000 pesos. ¿Le costó trabajo? Déjeme ayudarle: 889 mil 169 millones 200 mil pesos. ¿Cómo ve? Si tomamos en consideración que actualmente en México somos 115 millones de habitantes, y se repartiera la riqueza de Slim entre todos, a cada persona nos tocarían 7 mil 731 pesos. Ah, por cierto, Carlos Slim tiene 73 años. ¿Se imagina usted qué fregón tener mil millones de dólares por cada uno de sus años de vida?
¿Que por qué le cuento todo esto? No (sólo) para provocarle corajes y/o envidia, sino para centrarlo en la historia que a continuación le relataré:
El 9 de mayo pasado, el señor Slim fue a Nueva York. El motivo, brindar una conferencia sobre filantropía (¿puede usted creer?) en la Biblioteca Pública de Nueva York. Y resulta que en pleno discurso sobre “¿cómo podemos mejorar nuestras escuelas en el siglo XXI?”, los asistentes comenzaron a echar carcajadas como si la situación fuera la más simpática del mundo. La cara de desconcierto de Slim y los demás ponentes fue inmediata (y graciosísima), lo que provocó cada vez más aluviones de risas. Cuando los elementos de seguridad desalojaron a los insolentes, éstos muy contentos salieron del lugar tocando espanta-suegras, lanzando confetis al aire y billetitos falsos con el rostro de Carlos Slim.

"Carlos Slim usualmente ríe camino al banco. Pues esta noche los 99% le regresamos un poco de sus risas". Éste mensaje lo escribió @iluminator99 en Twitter. ¿Y quiénes son “los 99%”?, preguntará usted. Pues bien, el movimiento Somos el 99% (We are the 99%) surgió en el año 2011 en Estados Unidos y representa a la mayoría de los habitantes del mundo (el 99%), frente a la mínima parte de la población más rica del planeta (el 1%), que es la minoría que toma la gran parte de las decisiones económicas, políticas y sociales del mundo contra los intereses del resto de la población.
Así que la noche del 9 de mayo en la Biblioteca Pública de Nueva York, la humillación que Carlos Slim sufrió en público fue una forma de protesta del 99% de los habitantes que no somos ni remotamente ricos. Los que somos estudiantes, trabajadores del campo, obreros o desempleados.
Debo decir que nunca había visto una protesta tan original e inteligente. Tan grosera y al mismo tiempo tan elegante. Y no sólo se burlaron y se rieron de Carlos Slim, sino que afuera del edificio donde se encontraba el magnate se proyectaron consignas como “los monopolios no son cosa de risa” (monopolies are not laughing matter), para invitar a la reflexión y como un grito de protesta ante el poderío del empresario, que acapara los negocios y estrangula todo intento de competencia (ya ve, ahora hasta tiene contrato de exclusividad para la transmisión de los juegos Olímpicos de Brasil y Rusia, lo que provocó el dolor de Televisa y Azteca).
Debo también decir que protestas como la que le tocó vivir a Slim son un ejemplo de civilidad del que carecen las manifestaciones cívicas en México. Marchas que obstruyen vialidades, arrebatos de furia en los que se queman mil cosas, se destruyen decenas de cristales y negocios, en los que se perjudica a miles de habitantes y se pintarronean las de por sí graffiteadas calles de las ciudades son el pan de cada día en este país. Incluso “los cultos” de #YoSoy132 gritaban insultos e improperios durante sus protestas. Considero que protestas como la “Máquina de la risa” (Laugh Machine) son un ejemplo vivo de que se puede hacer resistencia civil sin perder la concordia y sin caer en la violencia; y que la inteligencia puede más que la brutalidad.
Seguramente Carlos Slim es el que sigue riendo sentado en un trono de oro mientras observa su estado bancario, pero el mal rato que pasó nadie se lo quita. También el llamado de atención que generó el grupo 99%, y la invitación a no ser cliente de ninguno de sus productos en beneficio de los productores locales, cosa que está difícil cuando la oferta de más empresarios en materia de telecomunicaciones es prácticamente nula. Monopolios.
En fin, este fue el Vaivén de la noticia, en esta ocasión con la protesta de la risa (verso sin esfuerzo).

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