Tercera Temporada

Tráiler de mi tercera temporada en la Ciudad de México.

El mes de agosto comenzó como el preámbulo del otoño, pero antes de que la estación cambiara, ya sabía que había algo diferente en el aire. Una despedida marcaba el inicio de una nueva temporada, el principio oficial de mi tercera temporada de esta serie llamada Pepe en la Ciudad de México. Sin embargo, antes de contar el primer episodio de esta nueva entrega, es necesario recapitular.

Llegué a la Ciudad de México un 4 de noviembre de 2015, tan desorientado como sólo podía estarlo el habitante de un pueblo del sur de Jalisco que incluso se asustaba cuando visitaba Guadalajara. Con una sola maleta donde cargaba pertenencias e ilusiones, me enfrenté a las vicisitudes de ser un reportero chilango, de sobrevivir en una casa nueva, en un empleo nuevo y en la ciudad más grande del mundo.

El 4 de abril de 2016, a cinco meses de mi llegada, daba inicio la segunda temporada de mis andanzas con un acontecimiento inesperado: todos mis roomies originales abandonando la casa y dejándome al frente del barco llamado Arréglatelas Como Puedas.

Las circunstancias eran distintas y ya era un poquito menos novato, o lo que es lo mismo, un poquito más mañoso, pero con todo y eso tuve varias lecciones que aprender. Les voy a dar una recomendación: si un día se convierten en responsables de una casa, encárguense ustedes mismos de buscar a sus compañeros de vivienda, porque si creen que es buena idea hacer que los roomies que se van dejen a sus reemplazos, de una vez les digo: no lo es.

Fueron tres meses de una sucesión extraña de personajes, desde el estudiante de música acompañado de una plaga de insectos hasta el adolescente rubio que hizo de su habitación un motel y que cuando se fue se ganó ser recordado como 'Dark' Luis. Finalmente, llegaron a la casa sus actuales y frikis ocupantes.

Germán es oriundo de Veracruz. Es un chef que odia el ambiente de trabajo de los restaurantes y por eso ahora está estudiando Arquitectura. 'Lighting' Luis (porque este sí es bueno) es un programador con maestría originario de Chiapas. El tercer roomie también se llama Luis, y como llegó al último y tiene 19 años, es con todo derecho el portador del seudónimo de 'Baby' Luis, estudiante de comunicación en la UNAM y originario del sur del Estado de México. Y por último, Calletana, una perrita callejera que desde que siguió a Germán a la casa pasó a ser una integrante más de la Culhuacán House.

Solemos ver Game of Thrones y Gravity Falls. Nos gusta Stranger Things y jugar Super Smash Bros. No estoy a su altura sobre conocimientos de anime, pero sí los supero en los de Pokémon y medio compito en los de películas de Marvel y DC. He construido un hogar donde me siento a gusto y desde esta base de operaciones aprendí a disfrutar de los sábados de tianguis, de los domingos de tamales de zarzamora con queso y de mi colonia a salvo de la gentrificación y los precios impagables de las del centro de la ciudad.

La Ciudad de México puede ser el mejor o el peor lugar para vivir. Se trata del resultado de varias ecuaciones. A mayor distancia de tu trabajo, mayor infelicidad. A mayor costo de renta, menos oportunidad de sobrevivir dignamente. A mayor afinidad con tus compañeros de casa, menor posibilidad de sentirte solo.

Quizá la soledad sea el mayor de los riesgos que te enfrentas a vivir cuando decides mudarte a una ciudad desconocida. Puede acrecentarse cuando te das cuenta que desde un satélite, tu ubicación es sólo un diminuto punto que desaparece a medida que haces zoom out y descubres la grandeza de la ciudad con sus millones de habitantes.

A un año y nueve meses de distancia, algunas cosas han cambiado. Antes solía preguntarme a cada momento si este era mi lugar. Sentía que cualquier paso en falso me haría darme cuenta que nunca debí levantarme de la comodidad de la silla de mi casa post estudiantil en Ciudad Guzmán, escribiendo notas a distancia y haciendo enlaces de radio.

Ahora, no sólo siento que tomé la decisión correcta, sino que este era el lugar que me llamaba. Esta jungla tenía muchas lecciones que enseñarme. Me enseñó a lidiar con su tamaño, con su gente y su tráfico, y después me mandó a explorar otros países, ya un poquito curado de espantos.

Me enseñó a convertirme en un reportero preparado para cubrir eventos grandes y chiquitos, y a probar mis capacidades escuchando conferencias en inglés, apuntando palabras clave, publicando tuits con fotografías y redactando mi nota para salir antes que los demás medios y además, mejor. Pero también, impredeciblemente, inimaginablemente, incompresiblemente, me enseñó a amar.

He pasado los últimos año y ocho meses de mi vida en la ciudad preguntándome ocasionalmente si acaso ya sé lo que es el amor.

Al principio creía que era ese sensación agradable de sentirse apreciado por una persona que te dice cosas lindas y te invita al cine o a cenar.

Después, reflexionaba si sería lo que provocaba ese hueco en el estómago acompañado de temblores en el cuerpo tras una discusión. Me preguntaba si sería despertar en medio de la noche tras una pesadilla y sentir un abrazo cálido que me tranquilizaba. Imaginaba si sería caminar por la playa en una noche con poquitas estrellas. Pensaba si sería comer tacos en una banqueta, vestidos de gala antes de un concierto. Me cuestionaba si el amor era cuestión del destino o era más algo de elección. Pensaba si acaso sería una prueba divina para descubrir quién soy en realidad.

Me preguntaba si el amor era seguir con la otra persona tras una revelación que amenazaba con separarnos en unos meses por un proyecto futuro de vida que no me involucraba. Escrudriñaba explicaciones mientras permanecía a su lado preguntándome si valdría la pena. Me preguntaba si ya sabía lo que era el amor mientras lo veía llorar de impotencia por tener que ocultar quién era de su familia.

Me lo pregunté mientras lo ayudé a empacar sus maletas y también mientras lo acompañé a la central de autobuses que marcaba el final de la relación. Y así, también, terminó la segunda temporada de mi historia en esta ciudad.

Al final, sin saber si ya soy capaz de responder a la pregunta, sólo sé que fueron los mejores 20 meses que he vivido en años. Incluso aunque estas semanas estén doliendo tanto. Incluso así, volvería a decir que sí.

En lo que va de esta nueva temporada ya ha habido llanto, viajes y más despedidas: mi jefe -uno que se convirtió en mentor y amigo- dejando el periódico para alcanzar nuevos horizontes es el capítulo más reciente de este momento, uno que tiene a toda la redacción en incertidumbre.

Gracias, Ciudad de México. No tengo idea de qué otras enseñanzas tienes para mi en medio de tus calles concurridas con sonido de cumbias y cláxones. Pero espero estar a la altura de lo que tengas para mi.

En los primeros días de agosto tomé un libro de cuentos de Raymond Carver para leer un cuento al azar. Y ahí, al final de 'Gordo', encontré un adelanto perfecto de lo que me podía esperar en esta nueva etapa.

¿Esperando qué? Me gustaría saberlo.
Es agosto.
Mi vida va a cambiar. Lo presiento.

Comments

  1. Me movió cosas bonitas leerte. Hace tiempo ya que no pasaba por tu blog, y por un lado me hizo recordar aquellos años en que me ponía a calcular la distancia entre nuestras casas. Si mal no recuerdo, tú vivías por Ramón Corona, y luego por Allende.

    Y nunca se nos hizo juntarnos a ver películas.

    Y por el otro, tu historia me ha sacado una sonrisa enorme. Aunque el final pudiera parecer triste, creo que es una pausa dramática para cosas grandes, que espero la vida me permita ver.

    Te quiero. :)

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