Juchitán
La primera vez que visité Juchitán fue también la primera
vez que visité Oaxaca. Tenía 6 años y mi hermana 3, pero recuerdo haber visto
una ciudad con mucho movimiento: tehuanas con vestidos vistosos vendiendo
totopos, calor en el ambiente, mucha gente en las calles y personas regateando
en zapoteco. Recuerdo pensar que parecía una ciudad mucho más movida que
Ixtepec, pueblo natal de mi abuelo.
En Ixtepec, Don Chema compró ahí dos bastones: nunca se
acostumbró a los bastones para ciegos y quería uno macizo que le sirviera para
apoyarse. En el ropero de mi casa, entre muchos objetos, está guardado el álbum
de fotos donde posamos mi tía, mi abuelo, mi hermana y yo frente al hoy derrumbado
palacio municipal, en una fotografía sobreexpuesta que hace que todos nos
veamos encandilados.
Si algún día regreso a Juchitán muchas cosas habrán
cambiado: habrá un nuevo edificio municipal y muchas construcciones nuevas.
Pero de alguna manera, la gente seguirá pisando su ciudad con el orgullo y la
alegría de siempre. Lo sé porque mi abuelo es del Itsmo. Y como él, esas son
personas capaces de superarlo todo.
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