Reconstrucciones



1
Los cuatro habitantes de la casa nos sentamos en la sala y nos quedamos viendo a la nada sin decir una palabra. Después de un rato, como en automático, comenzamos a contar cómo fue que sobrevivimos al día. Era la noche del 19 de septiembre de 2017.


Lighting Luis estaba en su trabajo en Polanco y cuando comenzaron las sacudidas salió del edificio junto con sus compañeros. Mientras bajaba las escaleras sintió polvo de escombros y pensó que ahí había valido madres su vida, pero todo quedó en susto. Cuando salió a la calle, vio a personas llorando y a otras desmayadas. Antes de que colapsaran las señales celulares, envió un audio de voz a sus papás en Chiapas para decirles que estaba bien.


Germán estaba en la universidad. Desde el cuarto piso donde se encontraba no alcanzó a bajar, pero pudo escuchar desde el salón de clases a muchas personas gritando mientras intentaban descender por las escaleras. Con un brazo, tomó a unos compañeros de clases que no podían sostenerse en pie, y con el otro se abrazó de un pilar esperando que todo terminara rápido.


Baby Luis estaba en casa. Agarró a Calle y salió a la calle, la perrita emocionada por imaginar que salía de paseo. Afuera ya se aglutinaban los vecinos, entre ellos una anciana asustada por las sacudidas repentinas de la tierra.


Yo estaba en el periódico. Me paré como robot de mi asiento sosteniendo mi celular, que traía en la mano cuando sentí que algo como que se hundía. Me recuerdo bajando las escaleras con los brazos en la cabeza, según yo protegiéndome, pero en retrospectiva, mi posición fue más bien las de alguien poníendose orejitas con las manos.


Sin embargo, estábamos a salvo. Estúpidamente a salvo. En casa sólo se movió un cuadro de la pared, que conservo chueco desde entonces. En la comunidad que sin esperar formé entre mis roomies, me sentí acompañado ante lo que podría haber sido un escenario de soledad en otras circunstancias. Y creo que todos lo agradecimos en silencio.


2
En los días siguientes lloré mucho. Al final de cada jornada, al llegar a casa, sentía sobre mí el peso de los acontecimientos: los edificios caídos, las historias escuchadas, las noticias leídas, los videos vistos, la gente en las calles, el metro semi vacío, los edificios acordonados, el ruido de las ambulancias.


A salvo. A salvo llorando de mi salvedad contrastante con el desamparo de otros, sintiéndome sin derecho de sentirme abrumado cuando miles lo perdieron todo, cuando centenares de familias pasaban la noche en albergues improvisados, cuando cientos lloraban a sus muertos o continuaban al pie de los escombros con la esperanza de encontrárselos con vida.


3
Uno de los días después del sismo, mientras iba al trabajo, Jorge Drexler apareció en el modo aleatorio de mi lista de reproducción, y al escucharlo pensé que 'Todo se transforma' era LA canción de la resiliencia.


4
Mi mente hizo pequeñas anotaciones mentales de momentos e historias que no cree poder olvidar.


El fotógrafo que se soltó a llorar con su jefe después de una jornada de capturar los derrumbes.
El señor comerciante que no sabía si volvería a su casa, y su familia acompañándolo en un albergue.
El perrito con una pata enyesada siendo paseado por un niño dentro del albergue.
El Parque México lleno de personas: los que daban masajes, los que recibían masajes. Los que cargaban víveres, los que llevaban víveres. Los que ponían altares, los que consolaban a quienes lloraban en los altares.




El papelito colocado en un altar del Parque México con un fragmento de 'Todo se transforma'.



5
En Ixtepec, Oaxaca, mi tía Mita perdió su casa, que era la casa de mi bisabuela. También era el hogar de una imagen de San Antonio que se encontró hace muchos años mi tatarabuela, cuando soñó que estaba enterrada en un chiquero y fue a rescatarla de entre el lodo.


En Ixtepec no deja de temblar. La casa no se ha caído por completo pero no se atreve a regresar porque tiembla cada cinco minutos. Mi tía dice que ya los dejaron en modo de vibrador. Pasa las noches con mi tía Lulú.
En su Facebook, comparte memes todos los días de páginas del Itsmo. Dicen cosas como "antes de dormir, un café, un pan y un sismo".


6
La charla del clima y del tráfico entre colegas de trabajo o conocidos en eventos del trabajo ha dado paso a historias de cómo vivió cada quién el sismo. Siento que todos estamos rotos. Siento que escuchándonos nos reconstruimos. Siento que 25 millones de habitantes del Valle de México estamos marcados por la tinta indeleble de un acontecimiento que unió de alguna manera a todos los que lo vivimos.


7
Un mes después, mi cuerpo todavía reacciona como perrito de Pavlov condicionado ante el menor sonido que se asemeje a la alerta sísmica. Si fuera un gato, se me verían dilatar las pupilas y esponjar la cola cada que pasa un camión y provoca vibraciones, cuando alguen mueve la banca pública en la que estoy sentado o cuando mi cubículo es sacudido sin querer por el compañero de al lado en el trabajo.


8
Como tener cáncer y curarse, como estarse ahogando y ser resucitado, tuve la revelación vulgar y sin embargo vívida de la perspectiva. Todo duelo amoroso pasado es vacuo, toda nostalgia es vana. Es estúpidamente absurdo ser consciente que uno uno puede morirse en diez segundos sin que nada en el mundo importe. Pero vivo, y ahora sólo importa el futuro. Y mi presente.


9
Ayer escuché de nuevo a Drexler y sigo pensando que 'Todo se transforma' es la canción de la resiliencia, y además, el soundtrack accidental de este momento de mi vida.


Cada uno da lo que recibe
Luego recibe lo que da
Nada es más simple
No hay otra norma
Nada se pierde
Todo se transforma.

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