María Elena


A la hija más pequeña de Don Fili y Doña María le pusieron María Elena. Y esa niña crecería para convertirse en mi madre, esa muchacha de suéter rosita. Y ahora ya no la voy a ver nunca más.


 
Mi mamá no siempre me reconocía al verme, pero cuando lo hacía, lo dejaba bien claro.
“¿Quién es?”, le preguntaban.
Se me quedaba viendo, con concentración, y luego decía: “es mi hijo, José Luis Adriano Sánchez”.
Muy bien, Nena, celebraban mis tías y mi abuela. Hoy sí te acordaste.
A veces, luego mi mamá añadía: “nació el 24 de agosto de 1992”. Y luego se levantaba del sillón y procedía a llenarme de besos y abrazos.

La mujer que murió el 28 de septiembre de 2020 fue una muy distinta de la que un nació 26 de mayo de 1966. La que murió a sus 54 años fue una muy distinta de la que me parió a sus 27 años cuando era próspera, feliz, con trabajo, marido y una vida prometedora. Una que tenía intacta su memoria, antes de que llegara la epilepsia con la que cargaría la mitad de su vida. Una que me llevaba al kinder de la mano, muchos años antes de que le dieran de comer en la boca y le cambiaran diario el pañal.

Mis recuerdos de ella estarán divididos por siempre entre los que viví antes de 5 años y los que viví después de eso. Entre los que tuve mientras éramos una familia normal en la Ciudad de México y los que formé tras el alcoholismo y violencia de mi papá, el alcoholismo y enfermedad de ella y la separación que vino tras eso, con ella pidiendo auxilio y regresando a la casa de mis abuelos, y mi hermana y yo viviendo desde entonces con unos tíos que se convirtieron desde entonces en nuestros papás de crianza. 

Por ejemplo, recuerdo cuando de regreso del kinder me compraba un chocolate o unos cheetos. También cuando me dijo que su color favorito era el azul. Cuando la acompañaba a la panadería y me dejaba escoger uno para mí. Cuando le daba alguna convulsión en el departamento y yo corría a intentar levantarla del suelo. Cuando eligió el nombre de mi hermana de entre un libro con ilustraciones.

La recuerdo ya en Jalisco, cuando decía "la comida es nuestra vida" y alababa la comida de mi mamá María, sin importar qué fuera. Recuerdo la forma en que hacía taquito su tortilla, poniéndola en su palma y enrollándolo con la otra de un jalón. La forma en que rezaba el rosario, como rapeando: ruegaseñorapornosotroslospecadores ahorayenlahoradenuestramuerte amééénnnnn. Cuando se entretenía haciendo copias a mano de diminutos libros de oraciones, con letra chiquitita, que luego regalaba a mis tías o a la gente. Cuando nos pedía a mi hermana o a mí que le lleváramos plumas porque ya se les había acabado la tinta. Cuando decía que se iba a curar y después sería cantante. Cuando luego sufría accidentes en la casa de mi abuela por culpa de sus convulsiones. Como la vez que sufrió quemaduras por el agua caliente mientras se bañaba. O cuando se fracturó las costillas por caerse en su cuarto. O cuando se descalabró en el patio. 


Desde lejos, desde donde recibí por teléfono la noticia de su partida, se me cayó el mundo. Y aunque en estos días solo he recuperado algunas de las piezas rotas, no he hecho más que pensar en las cosas que le hubiera dicho de haber estado a su lado en sus últimos días.

Le diría que la enfermedad que sufrió no fue su culpa. Que hizo lo correcto al pedir ayuda y darle sus hijos a una de sus hermanas. Que no cambiaría la forma en que transcurrió la vida, porque me hizo la persona que soy hoy, aunque a veces me deje llevar por las añoranzas de una familia normal. Y sobre todo, le diría que fue una inspiración. Que verla postrada, con su juventud desperdiciada y unos sueños olvidados fue para mí el impulso para vivir. Y que cuando he viajado y conocido lugares, cuando he estado lejos y conocido personas, cuando he llorado y cuando he amado, una parte secreta de mi corazón siente que la lleva conmigo. Que si su vida se pausó tan pronto, al menos dejó en el mundo dos personas que viven cada día con el impulso de seguir en este mundo. Que sí, la vida es difícil, que ser adulto pesa mucho, que sobrevivir entre facturas y empleos es un cuestionamiento continuo, pero que me alegra estar aquí y ahora y haber nacido de ella. Que le agradezco haber tenido a Vanesa, la persona que más quiero. Que sin esperarlo, ver su vida menguando me enseñó que hay que vivir cada día, que nunca sabes cuándo vas a amanecer con una enfermedad que te impida seguir tus planes. 

Le diría que la quise mucho. Le diría que me va a hacer mucha falta.

¿Mamá? Soy yo, tu hijo Pepe. 
Valió la pena, mamá. Valió la pena tu paso por este mundo.

Comments

  1. This is one of the most beautiful things I've read on the internet today. You are a good son and brother, your biological mom and foster parents hold the bragging rights for ever. I really can't wait to meet you, my amazing friend. I'm sorry for your loss, and proud of this beautiful piece of writing to honor your mom. 💖 wow😥

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  2. Leerte me llenó los ojos de lágrimas y el corazón de amor, Pepe. Mis mejores pensamientos para Vanesa y para ti, los quiero con el alma.

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  3. El mejor homenaje que le puedes hacer a tu Mamá, es tu vida misma Pepe. Es un honor poderte decir "amigo". Te mando un fuerte abrazo. Roberto Chávez.

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  4. Querido Pepe, lamento mucho tu pérdida y honro la memoria de tan grande mujer, tu mami. Abrazos a la distancia.

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